Hace 3,7 millones de años una cierta especie se embarcó en la empresa de cambiar su postura, se fue enderezando, alejó su rostro y su olfato de la tierra, alcanzó la postura erecta y más tarde se autodenominó humana. Por aquella época, mientras unos cazaban y otros cultivaban, algunos pintaron sobre las paredes de las cuevas, y, sin saber, esos homo-sapiens, dividieron la realidad, que ya nunca más será una, para alojar en su fisura la impostura. Impuestos a repetir ese camino desde el nacimiento, cada una de las posturas que ensayamos nos empuja a un sin número de usos posibles, deseos insospechados, sanciones imprevistas. Sin embargo, nuestras posturas asumidas, como las no asumidas, retornan en forma de poses, modelando nuestro ser: cuerpo-pose, mente-pose, alma-pose; y en ese momento (del eterno retorno y del efecto boomerang) nos desdoblan.
El mundo: un gran escenario de dobles y luces, compitiendo por la mejor impostura. Y lo que queda de nosotros, los alienados de nuestro propio porte, preferencias y estados, de nuestras alternativas, apuestas y pactos, espera a la sombra, gozoso o angustiado, el desenlace, con la caricatura del deseo dibujada en el rostro. El mandato erecto se convirtió en estar bien erguido, o arrastrarse, y hasta se llegan a practicar los dos al mismo tiempo. Toda postura tiene forma de impostura.
by What's Up FAC